Por Mónica Astorga Moreno.
Una cama. Se encuentran Él y Ella dormidos. Hay una maceta enfrente de la cama.
Ella: (Despierta sobresaltada).
Él: ¿Qué te pasa? (Ella no contesta) ¿Qué tienes? Dime qué te pasa.
Ella: ¿Qué hiciste ese día?
Él: Nada.
Ella: Eso no es posible. Contéstame. ¿Qué hiciste ese día?
Él: Ya sabes. Lo de siempre.
Ella: No te creo.
Él: ¿Vas a empezar de nuevo? Son las tres de la mañana.
Ella: No me importa. Dime ¿qué hiciste ese día?
Él: Esa maldita obsesión.
Ella: No es obsesión y lo sabes.
Él: (Enojado) Sí es obsesión, porque yo estoy contigo, a tu lado.
Ella: No me grites. Sabes que no soporto los gritos.
Él: Yo no soporto…
Ella: ¿Qué no soportas? ¿A mi? No me soportas ya, ¿verdad?
Él: No digas eso. Sabes que te amo, pero…
Ella: Pero soy insoportable. Dilo sin miedo.
Él: Claro que no. Lo que pasa es que no te entiendo. ( Ella se va hacia a la maceta. Él se encuentra sentado a la orilla de la cama)
Ella: Eso es evidente. Si te hubiera pasado a ti.
Él: Haría lo posible por comprenderlo.
Ella: No estoy segura.
Él: Trata de dormir. Mañana tenemos que levantarnos temprano.
Ella: Sólo piensas en ti.
Él: Pienso en los dos.
Ella: Desde que te conocí, he pensado también en los dos y no ha funcionado.
Él: ¿Qué quieres decir?
Ella: Yo me entiendo.
Él: Ése es el punto. Siempre te entiendes tú y no me explicas.
Ella: No quieres entenderme.
Él: Son las tres de la madrugada. Te despiertas de la nada. Me echas broncas. Y pretendes que te entienda.
Ella: Quiero que me escuches.
Él: Te estoy escuchando desde que me despertaste y no dices nada.
Ella: Tuve un sueño. Sobre aquél día.
Él: ¿Qué pasó?
Ella: Era de noche…dormíamos…pero tú te despertabas y…
Él: ¿Y qué?
Ella: Las imágenes las tengo confusas.
Él: ¿Para eso me despiertas? ¿Para decir que las imágenes de tu sueño son confusas?
Ella: ¿Ves? Lo que siento, lo que me pasa, te vale. Ególatra.
Él: (Se acerca a Ella amenazante. Al estar frente a Ella, muy cerca, le da un beso. Ella reacciona. Pausa.)
Ella: Dime por favor, ¿dejaste la ventana abierta?
Él: No sé, creo que sí. Como a ti te gusta que toda la casa esté ventilada, en especial la recámara.
Ella: Entonces seguro que fue por ahí.
Él: ¿Para qué te atormentas? Ya pasó. Además es sólo…
Ella: Ya sé lo que vas a decir. Para ti no es importante.
Él: No es eso. Lo que no quiero es que estés así.
Ella: Me impresionó mucho. No se llevaron nada. Sólo a ella.
Él: Esa gente lo hace nada más por intimidar. Tener control. Y por lo que veo, contigo lo lograron.
Ella: Claro que no. Yo no me dejo controlar por nadie.
Él: ¿Ah no? ¿Y esto qué es? son las tres de la madrugada y te despertó un sueño.
Ella: Creo que tengo derecho a molestarme. Entran a mi casa y…
Él: Y ¿qué? no eres la primera ni la última. En estos tiempos es la moda que entren a tu casa y hasta te secuestren.
Ella: Lo tomas tan a la ligera. ¿No te da miedo?
Él: No.
Ella: (Para sí misma, caminando de un lado a otro) Aunque por otro lado, por aquí nunca ha sucedido nada, digo, nadie se ha metido a ningún departamento, pero por qué se llevaron mi…
Él: (La interrumpe) Cálmate. Estás como loca.
Ella: (Lo mira profundamente) ¿Quién querría tener control sobre mi?
Él: Yo que sé. Habías de tomarte un té para dormir.
Ella: Sólo alguien que me conozca.
Él: (Tratando de distraerla) Cuéntame mejor tu sueño, para que te puedas dormir tranquila.
Ella: (No escuchándolo) Claro, cómo no lo pensé antes. (Lo mira profundamente) ¿Me conoces, verdad?
Él: (Irónico) Me conoces mejor tú, ¿no? (Pausa) No empieces de nuevo. Duérmete. (Va a la cama) Ven conmigo. Durmamos como si nada hubiera pasado.
Ella: Todo lo veo completamente claro. El sueño. Ese día. Mi planta…
Él: (La interrumpe) Ésa. Esa maldita planta es la que te tiene así.
Ella: Deja de interrumpirme. No tienes el control de mi. Esa planta es muy importante y tú, tú lo sabías perfectamente…
Él: Claro que lo sé. Más importante que yo, inclusive. Por esa planta has estado distante, fría, lejana.
Ella: No entiendes nada, otra vez no entiendes nada.
Él: No me salgas con la frasecita de siempre. Por supuesto que entiendo, y muy bien.
Ella: ¿Qué entiendes? ¿Que me he dado cuenta que no te importo?
Él: Y vuelta a lo mismo. Desde que estamos juntos, siempre lo mismo. (Se acerca a ella) ¿Son pretextos, verdad?
Ella: (Se acerca a Él, le acaricia el cabello, la cara) Te amo. (Se abrazan. Ella se separa de Él abruptamente) Pero tengo mucho miedo.
Él: (La abraza) ¿De qué?
Ella: De ti.
Él: Estás loca.
Ella: No. Estoy más lúcida que nunca. ¿Por qué estás conmigo?
Él: Porque me gustas. Te deseo. Te amo.
Ella: O porque te soy conveniente.
Él: ¿De qué hablas? ¿Crees que es muy conveniente discutir a las tres de la madrugada, por una estúpida planta que desapareció de la nada?
Ella: No desapareció de la nada. Tú te la llevaste. (Pausa. Se miran)
Él: ¿Yo? Necesitas un médico. Definitivamente estás enferma.
Ella: Siempre eludes todo con preguntas. Nunca respondes. No eres firme.
Él: Acabo de decirte que estoy contigo porque te amo.
Ella: Decirlo es muy fácil. (Pausa. Se miran) En mi sueño, estabas de espaldas. (Lo coloca al lado de la cama, dando la espalda al público) Mi planta en el lugar de siempre. Yo, dormida. (Va hacia la cama y se sienta)
Él: No me digas que vas a jugar al Hamlet y representarás tu sueño. Acuérdate que Hamlet utilizó actores.
Ella: Cállate. Yo estaba dormida y tú caminabas alrededor del cuarto.
Él: ¿Cómo? ¿Así? (Empieza a caminar)
Ella: No podías dormir y me mirabas con rabia, porque yo dormía y tú no. Te sentaste en la cama. (Él se sienta) Te recostaste, tratando de dormir, pero era imposible. El insomnio te comía por dentro. Yo permanecía dormida, pero al mismo tiempo, era una observadora, como si lo viera todo desde diferentes ángulos.
Él: Yo, ¿qué hacía? ¿Brincaba sobre ti para hacerte el amor como loco? (Va hacia Ella, pero lo rechaza)
Ella: No. Tú te enojabas cada vez más y más, porque no podías dormir. Te llevabas mi planta. Me castigabas. Por no ser lo que tú quieres.
Él: (Enojado) Ya me cansaste con este jueguito. ¿Te has preguntado qué es lo que quiero? Responde. ¿Qué quiero?
Ella: Una mujer bella. Una mujer libre. Segura de sí misma. Yo no soy lo que tú quieres. Tengo miedo de ti. Que me hagas daño. Que estés conmigo, porque en este momento no hay nadie más y…
Él: (La toma de los hombros) ¿Qué más? ¿Por qué otras razones estoy contigo?
Ella: En mi sueño…
Él: (La interrumpe) Otra vez ese estúpido sueño.
Ella: En el sueño desaparecías mi planta, porque sabes muy bien que esa planta es parte de mi.
Él: Sí, tan frágil y dependiente.
Ella: Tan sola.
Él: Tan fría e incapaz de entregar el amor que dices tener, por ese maldito miedo que no te deja respirar.
Ella: Te la llevaste ese día, ¿verdad? No entró nadie. Tú te la llevaste, porque…
Él: Está bien. Sí. Me la llevé. Pero no por esos rollos esotéricos que tú dices.
Ella: ¿Por qué? Y ¿por qué no me lo dijiste?
Él: Porque quería…soy un idiota. Cualquier cosa que diga…no vale la pena. Yo también tengo miedos.
Ella: No me digas que tienes miedo de mi.
Él: En cierta forma, sí. Temo ser ese que piensas, ese que, según tú, te va a hacer daño.
Ella: ¿Y no es cierto?
Él: No. Pero, ¿sabes qué? te gustan mucho tus sueños, ¿verdad? Vives tus sueños. Son tu realidad. Pues hagámoslo. ¿Qué más pasaba en tu sueño?
Ella: Ya te dije.
Él: No, ahora me lo dices todo. Ya me fastidiaste. Me despiertas, sacas la mierda que traes dentro y después, tranquilamente duermes. Mientras. yo tratando de ser lo que quieres que sea.
Ella: (No le pone atención) Tú estabas de espaldas.
Él: (Colocándose) ¿Así?
Ella: Sí. Y muy molesto. Tenías insomnio…
Él: Déjame adivinar. Me habías despertado a las tres de la madrugada, preguntándome por una planta…
Ella: También has cometido errores. No soy la única. Me dejas muy sola y mi compañía era ella. Y te la llevaste.
Él: (Va hacia el otro extremo de la cama, donde hay una maceta vacía) ¿Cómo? La arranqué cruelmente. (Hace ademán de arrancar una planta de la maceta) Con furia, como si arrancara tu cuello (Hace igualmente ademán de ahorcarla).
Ella: Suéltame. Me lastimas.
Él: Según tú, así fue, ¿no? Créeme que me sobrarían motivos para hacerlo.
Ella: No lo vas a hacer.
Él: Lo peor, es que lo sabes. Y sabes de la planta. Y sabes que fui yo. Y sabes de aquella maceta que te encantó.
Ella: No sigas. Todos cometemos errores.
Él: Mi error es seguirte. Hasta en tus sueños.
Ella: Porque yo necesito de tus miedos y tú de los míos. Ven. (Le extiende la mano) Duerme. Tienes que descansar. (Él se acuesta y ella lo abraza como a un bebé). ¿Mañana vas a traer mi planta?
Él: Sí.
Ella: ¿Con la maceta que me encantó?
Él: Con la maceta que te encantó. (Ella le da un beso en la frente. Música. Oscuro).
FIN