Por Lourdes Anguiano (Lulú A. Lizarraga)
En el crepúsculo dorado,
se alzan las mujeres aladas,
sus plumas de ébano y marfil
destellan en la penumbra.
Sus ojos reflejan
la sabiduría de los siglos,
y sus risas son
melodías ancestrales.
Bailan en los vientos del tiempo,
libres y sin ataduras,
sus alas extendidas a al horizonte infinito.
Cada movimiento un poema,
una historia sin palabras,
tejen hilos de esperanza en el lienzo del cielo.
Las mujeres aladas
conocen los secretos de las estrellas,
sus manos acarician constelaciones olvidadas.
guardianas de los sueños,
tejedoras de destinos,
sus risas y lágrimas entrelazadas
al tejido del universo.
Cuando la noche se cierne
y las sombras amenazan,
las mujeres aladas
se alzan más alto.
Sus corazones laten
al ritmo de la eternidad,
su amor un faro que guía a los perdidos.
Mira hacia arriba, donde las estrellas titilan,
encontrarás
mujeres aladas, danzando en la oscuridad.
Ellas son la esencia de la libertad,
la belleza sin par,
su legado perdura mientras el mundo gire.