Por Myrna Almada
Escenario a oscuras, luz cenital sobre una mesa y dos sillas al centro del escenario, donde se encuentra un hombre visiblemente deprimido.
ÉL: Padre (dirigiendo su vista al cielo), ¿qué haces tú? ¿Qué haces cuando notas que la multitud no te toma en cuenta por cómo eres, por todo lo que entregas, sino por lo que haces o tienes? ¿Qué haces cuando por más que te esfuerzas, cuando por más amor que derrochas, por más que ayudas; analizas y ves solamente una muchedumbre hipócrita bajo de ti?, pidiendo siempre, esperando de ti mil cosas… ¿Qué haces cuando notas que estás definitivamente solo?
Dímelo padre, porque así me siento.
Ella entra en escena cruzada de brazos, molesta, se para cerca de la mesa, fuera de la luz cenital.
ELLA: (con tono burlón) ¿Quieres seguir creyendo que Dios existe? ¿En el amor eterno? ¿En los ideales? ¿Los sueños?
Él mira de reojo hacia ella, inclina su cabeza, se muestra abatido, dolido, mientras ella se ríe. Toca la botella sobre la mesa como si fuera a tomarla, ella lleva su mano izquierda y el mentón al hombro derecho, triste.
ELLA: (melancólica) Yo sé que sí. Eres un idealista. Quieres seguir pensando que tu interminable lucha tendrá un triunfo, que se pueden lograr todos tus sueños, que las palabras de afecto de los demás serán honestas…
(Ya molesta) No puedes apegarte a tu realidad. No quieres darte cuenta que este mundo está lleno de mierda y de gente satisfecha de tragarla y obligarte a revolcarte en ella. A la vez, no ves que no puedes entregar el corazón, seguir un sueño, tener un objetivo sin que duela. Siempre entregando todo, dando todo, y recibiendo nada.
Él lleva su vista hacia la dirección de ella, pero nunca la ve a los ojos, mantiene la vista baja. Luego la ignora, vuelve a elevar su vista al cielo.
ÉL: Dime cómo haces en esos momentos para llenar el vacío inmenso de tu corazón. Dime qué es lo que piensas para darte ánimos y seguir adelante, cuando nadie está ahí para darte unas cuantas palabras de aliento. Dime, ¿de dónde sacas fuerzas para secar mis lágrimas, si a veces siento que estás cansado de llorar? (Se lleva las manos a la cara, trata de soportar el llanto, se mueve constantemente acomodándose en su silla, mirando hacia los lados, tapándose la boca, apoyando la frente en sus manos, encorvándose).
ELLA: (Elevando el tono de la voz, fastidiada) No aprendes. No valoras tu experiencia. Permites que te sigan lastimando. ¿Qué demonios piensas?
¿Qué algún día alguien valorará lo que haces? Cuando el mundo está más que ciego satisfaciendo sus necesidades. Suponiendo que todo por lo que TÚ luchas, vale menos que TODO lo que ELLOS anhelan.(con acento irónico) Vas por el mundo con el escudo en las manos, pero la guardia baja, la espada refulgente, pero envainada, presentando el tórax, el estómago desnudo, listo para que te saquen las vísceras y se las den a los buitres.
Vas por el mundo creyendo, creyendo, creyendo… (se sienta al lado de él, lo mira fijamente y su mirada se torna nuevamente triste mientras él habla)
ÉL: Es que llega un momento en el que te das cuenta que no eres nada de nadie. Viviste tan apartado del mundo y con tan poco sentido del valor de las cosas y las personas, que aquellos a quienes querías, nunca te incluyeron en su lista de haberes. No perteneces a nada, ni a nadie. Resulta que eres temiblemente libre, autónomo, independiente. Según tú. Pero justo en ese momento, suele suceder que, tal vez estúpidamente, se te antoje disfrutar de eso con alguien y ya nadie está contigo. NADIE.
Ella inhala profundamente, lleva su vista hacia otra parte. Visiblemente incómoda. Se acomoda al borde de su silla, viéndolo. Observa brevemente la botella, la acerca unos centímetros a Él.
Él observa la botella, la abre y sirve un vaso, mientras ella estira su cuello de forma exagerada, viendo la cantidad de líquido que sirve. Se reincorpora en su lugar a medida que él regresa la botella a la mesa.
Él acerca el vaso, lo analiza con la mirada triste, pensativo, voltea a ver la botella, limpia con un dedo la boca de la botella y lo lame. Ella se acaricia los labios mientras lo observa.
ELLA: (tono serio) Déjate de tonterías, tenemos que hacer algo con lo nuestro. Ya tengo mucho tiempo esperando…
Él se levanta con el vaso en la mano, lo observa, lo agita, lo vacía con coraje en el suelo y regresa a la mesa. Ella se estremece asustada al ver la acción, entristece, baja la vista.
ÉL: (frustrado se vuelve a sentar, apoya los codos en la mesa y la frente en las manos. Grita) ¡No puedo!
ELLA: (sigue seria, triste, se apoya en la mesa inclinándose hacia él) Nuestra relación es extraña. No sé para qué me buscas, para qué me quieres aquí si no me consideras parte de tu vida. Siempre es lo mismo. Nos reencontramos cada que te sientes mal, tomas de mi lo que quieres y luego te vas.
ÉL: No… (mantiene la vista hacia abajo, sosteniendo su cabeza).
ELLA: ¿No?
ÉL: No… (alzando la voz).
ELLA: Vienes a mí y puedo notar tus ansias, tus anhelos, tus sueños insatisfechos. Y yo, trato de llenar tus carencias, de colmarte de placer, de saciarte… pero nada es suficiente
ÉL: Tengo que… (Ella lo ve esperando que termine la frase, levanta las cejas y el mentón en señal de que continúe, pero él se queda callado)
ELLA: Mmmm… (enfadada de nuevo, resuena sus uñas contra la mesa en señal de desesperación, vuelve a acercarle la botella unos centímetros) ¡Toma!
Él voltea a ver la botella, la toma del cuello y la acerca a la boca. Ella lleva las yemas de los dedos al pecho y entreabre los labios mientras Él levanta la botella. Él toca con los labios la boca de la botella y ella mantiene un gesto de satisfacción, sonriendo levemente. Él niega con la cabeza y regresa la botella a la mesa sin tomar, ELLA cambia su gesto a desilusión, baja la mano a la mesa y se cruza de brazos.
ELLA: (mirando triste hacia otro lado) Bien lo dijiste antes. No perteneces a nada, a nadie, pero ni siquiera a ti. (Lo mira con desprecio) No eres parte de mi vida ni yo de la tuya y… me voy cansando de que tomes de mi lo que te plazca, mientras que yo me voy sintiendo cada vez más vacía.
ÉL: (Levanta la cara con la cara hacia ella, pero la mirada vacía, sin verla) Puedo cambiar, hacer las cosas de forma diferente…
ELLA: A ver, enumera una ocasión, una sola, en que esto (haciendo señal con las manos de “nosotros”, de la relación entre los dos) haya dejado un buen recuerdo, una linda experiencia para contar, ¿eso no te indica nada?
Él voltea a ver la botella, la toma empuñándola por la boca y la inclina con molestia. Ella se inclina sobre la mesa, agacha la cabeza, apoya un codo en la superficie y lleva la mano a su mollera, agarrando su cabello con desesperación)
ÉL: No es tan fácil…
ELLA: Pues te lo haré fácil, (voltea a verlo) ya va siendo hora de que busques hacer algo de tu vida, de que dejes de buscarme, de utilizarme, de darte placer conmigo. Yo solo he sido cuando mucho un placebo, no me quieres, no me necesitas, pero no tienes los suficientes… (hace con las manos señal de “huevos”) para ir tras lo que de verdad quieres. Eres un cobarde, pusilánime, incapaz de ver que es hora de que te llenes de algo diferente que licor. (al decir licor, se señala a sí misma)
ÉL: (reflexivo, por fin la mira a los ojos, pone cara de asombro, luego de molestia) Todo fue tu culpa, si tan solo no hubiera creído que sería feliz así, si hubiera tenido el valor de tomar otras decisiones, de no depender de ti, de no necesitarte…
Fue más fácil quedarme contigo, evitarme tener que enfrentar mi necesidad de aprecio, de aceptación. Contigo todo parecía fácil, todo era fiesta. Pero nada dura para siempre ¿no?
(Pensativo) Parecía que no habría problema… Pude haberme retractado… Pude… ¡Puedo!
Él se levanta de la silla de golpe tomando la botella por el cuello y viéndola con desprecio. Ella se levanta al mismo tiempo, llevando sus manos al cuello en señal de asfixie. Él tira con desprecio la botella al piso, a la vez que ella se desvanece y cae desmayada.
Cenital se cierra hasta llegar a oscuro.