Por Teresa Duarte
Ella es Karla
Karla es una mujer decidida. No tiene problema por acudir a uno de los hospitales que ofrecen legal y gratuitamente la práctica del aborto. No es la primera vez que lo hace. Hace 5 años, poco después de cumplir los 30, había tomado un brebaje para forzar a que llegara la menstruación. Nunca supo con certeza si era embarazo o sólo retraso, pero prefería estar segura de que no tendría que cargar a cuestas con la responsabilidad de un bebé. Marcos, su compañero sexual, que no es lo mismo que sentimental, no tenía la menor idea de lo que Karla hacía con su sospecha de embarazo. Ella nunca le dio a Marcos la importancia de pareja, jamás lo pensó como un marido o compañero de vida. Ese tema a Karla no le interesaba.
Después de escasas horas después del legrado, salió caminando con la consigna de reposar durante el mayor tiempo posible. Sandra, su mejor amiga, ya estaba en el departamento para cuidarla y hacerle un poco de compañía. Nunca estuvo de acuerdo con lo que hacía, ya que contradecía las Sagradas Escrituras y el curso natural de la vida de una mujer, pero de igual manera no la abandonaría.
Nadie se explicaba cómo dos personas tan diferentes podían ser tan buenas amigas.
Mientras Karla era una periodista totalmente dedicada a su carrera, Sandra era una madre preocupada por su única hija, y el bienestar de su esposo. El gran sueño de Sandra es ir al mar con su pequeña familia, mientras que, para Karla, no hay nada mejor que decir la verdad y denunciar las tropelías que los grupos pudientes del país cometen impunemente a su antojo.
Para Sandra las más grandes bendiciones son su hija y su matrimonio, en cambio Karla no dejaría la libertad que su soltería le brinda. En sus planes jamás han estado los sueños de la mayoría de las mujeres, de casarse y tener hijos, ni siquiera una situación similar, para dejarlo más claro: nunca quiso siquiera una pareja estable, por la responsabilidad que implicaba tenerla.
No obstante sus grandes diferencias, las amigas comparten sus intimidades, miedos, sueños, propósitos y sucesos de la vida cotidiana.
Era el 19 de junio de 1996. Los maestros disidentes iniciaban una lucha para abolir una reforma educativa que claramente marcaba el final de la educación pública, laica y gratuita. Muchos padres de familia se sumaron a esa causa, sobre todo las de clase media y media alta. Ellos sabían que no podrían enviar a sus hijos a una escuela semiprivatizada. Si ya de por sí era difícil completar para las cuotas, uniformes, útiles escolares, transporte y refrigerios, con la nueva reforma resultaría imposible.
Contrario a su vida personal, Karla era la periodista más eficiente del periódico, lo cual explicaba por qué las noticias de mayor relevancia le eran asignadas.
Como en cada misión, Karla se sentía más que dispuesta a acudir. Esta vez, el suceso tendría lugar en una zona de las más vulneradas del país. Alistó sus cosas y salió en automóvil a su destino.
Tuvo pocas horas para descansar del viaje, ya que llegó en la madrugada y la manifestación del magisterio estaba anunciada para las 11:00 a.m.
No fue sorpresa encontrar a una cantidad enorme de antimotines esperando a los manifestantes. Karla sabía bien que eso era muy común en un estado represor. Tampoco fue novedoso que, al llegar los maestros, los policías los golpearan y les dispararan balas de goma. Más triste aún, hubo algunos muertos, porque en tierras bravas, la represión es un asunto de la vida cotidiana, sin embargo, sí hubo algo inesperado que le cambiaría la vida a Karla.
Continuará…