Por Kasha Villegas

Madre

Este día solo ame

y me amaron,

este día

conmemoro

un día aciago

de parto y dolor,

donde una madre

justificaba su vida

con un hijo nuevo.

Vacía de equipaje,

indefensa y desnuda,

comencé este viaje

sin opción.

Hoy,

anciana ya de mil

historias,

no pocas imaginarias,

cruzo el mismo día

en injusta celebración,

ella sufrió,

ella se dolió,

ella envejeció,

ella se acabó,

sucumbió,

ella no tuvo alternativa,

ella no decidió.

Yo llegue

a terminar de consumirla,

acabarla,

fijarla.

Madre lo siento y lo sientes,

somos las inevitables

vivas muertas,

estamos y seremos

debajo del sol

y entre las olas.

Yo tenía…

Yo tenia una madre,

la tuve,

la amaba más que a nada,

me abrazaba a ella

y todo se alineaba,

era feliz en su regazo.

El tiempo pasó,

se sacudió de mi,

se sacudió como el perro

se sacude el agua,

me dejo flotando

como gotas perdidas

en el aire,

se fue sin irse

se quedó sin quedarse,

me rompió de ella,

me extirpó

por quién sabe

qué razones,

cuando ya no fui

complaciente,

cuando me asumí

yo,  persona,

pensamiento, sentimiento

y ya no fui conveniente.

No era necesario un adiós

basta una puerta cerrada,

un silencio,

una evasiva mirada,

el trato de extraño

que tan bien le conocía,

el desamor calculado,

las compuertas abiertas

para que escape todo,

se vacíe,

se seque,

se niegue que fue,

se mate el sentimiento.

Quizá eso la ayudó a vivir

sin remordimientos,

sin culpas sin

desazones,

una hija echada al viento

ya no es tuya,

se soltó, la soltaste,

sellaste ese lugar

que podría causarte dolor.

Madre es una palabra enorme,

como la montaña dominante

en el paisaje,

madre es

la tierra,

las diosas,

el principio y la vida,

desde tan grande concepto,

¿cómo puede surgir

el abandono?

Porque no te quedaste

Porque no te quedaste si yo me di,

porque no persististe,

te di mi inocencia, mi trabajo,

mi compañía,

te di mis primeras letras,

las expresiones chuecas de amor

en mis torcidos corazones

dibujados con esmero

desde mis manos de niña,

los abrazos,

las palabras sinceras,

yo te di y todo lo tomaste,

luego lo olvidaste,

olvidaste quien era,

no tuviste memoria

de mi,

no guardaste nada

que valiera para ti

mi salvación.

Mi madre en el espejo

Muy temprano me saluda

mi madre desde el espejo,

con esa sonrisa que fue suya

y de algún modo le he usurpado.

Éramos tan diferentes.

Ahora la recuerdo en mi,

con su pijama de niña

y su cabello blanco.

Nunca nos gustó nuestro nombre

que sobrellevamos sin remedio,

nos fue impuesto por la obstinada

autoridad en la familia.

No sé hoy qué confines te resguarden,

madre,  pero tu sonrisa sigue aquí

cada mañana, permaneciendo en mi

y engañando al tiempo.

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