Por Andrea Pereira

Nuestras miradas se cruzan en el instante que ingreso a la casa de mis padres, pregunto por Magdalena, y mi madre tras besar mi fría mejilla me indica el modo de llegar a ella.

Siento como si dos manos siniestras crecieran dentro de mi pecho y presionaran mi corazón provocando que el aire se niegue a entrar a mi cuerpo. 

Mamá con una amplia sonrisa, y tomando mi mano me dirige hacia Diego, presentándomelo.

Ambos actuamos como si nunca nos hubiéramos visto. Nos saludamos amablemente, veo a Magdalena hablando con sus amigas, una de ellas me señala, lo que la hace voltear, casi corriendo llega para abrazarme animosa y me dice:

—Creí que no ibas a llegar.

—No puedo creer que podrías si quiera imaginar que no iba a estar en la fiesta de compromiso de mi hermanita menor  —le respondo sin soltarla, mientras veo hacia los ojos de Diego, él empalidecido se acerca a mi madre y comienza a hablarle de su buen gusto, la decoración y la comida. Magdalena me suelta y orgullosa me enseña su anillo, le beso la mano y la vuelvo a abrazar.

Es agosto y un agosto como hoy, hace tres años, yo no estaba aquí sino en Londres. También era una celebración, el cumpleaños de un colega, igual que hoy al llegar lo primero que vi fue a Diego.

| Estaba recostado en la pared a solas, con una copa de vino en la mano y yo lo vi, caminé hacia él porque lo noté aburrido, y hasta algo incómodo, le hablé en inglés, él me respondió de igual manera hasta que nos preguntamos de dónde veníamos y reímos mucho al notar que éramos del mismo lugar y nos estábamos esforzando por hablar en otro idioma.

Compartimos un par de copas, muchas risas y me di cuenta que la química entre ambos era tan fuerte que no necesitábamos confesarnos nada.

Antes de que el cumpleañero notara mi presencia salí con Diego. 

Comenzamos a caminar e impulsivamente lo invité a casa, él algo sorprendido respondió que no estaba seguro y no quería ser mal interpretado porque no buscaba nada. Entonces le respondí entre risas que tampoco estaba buscando algo especial, me aclaró no tener demasiada experiencia, le dije que tampoco era normal en mi vida andar invitando a hombres desconocidos, contestó que hablaba más en serio que yo, le aclaré no habría problema si él prefería volver a la fiesta pero yo  regresaría a mi casa, entonces nos despedimos amistosamente.

Fui hacia mi coche, y cuando iba a encenderlo Diego golpeó mi ventana preguntando si seguía vigente mi invitación, entonces le abrí la puerta.

Ahora mi  madre me habla de Magdalena, dice que nunca pensó verla tomar una decisión tan importante a tan temprana edad, le digo  que es una mujer inteligente., y  un poco en serio,  un poco en broma, agrego dirigiéndome a   Diego que la debe cuidar mucho,  él con algo de dificultad ríe tímidamente, y asiente con la mirada.

Esa mirada tímida, y esos ojos verdes que miraban hacia adelante y no hacia mí, cuando me acompañaban en mi coche, aquella noche en Londres. 

Conversábamos sobre la relación que ambos teníamos con el cumpleañero, y nos pareció simpático lo poco que lo conocíamos en realidad. 

Al llegar le ofrecí beber algo fuerte, me dijo que no,  ya era demasiado alcohol para una sola noche agregó, hice bromas con respecto a que recién comenzaba la velada y debía ser más valiente, y entre mis chistes e intentos para hacerlo sentir más a gusto se acercó a mí, con la mirada y el paso firme, pero las manos temblorosas me tomó de la nuca y me besó.

Le saqué el saco sin soltar su boca, me ayudó a desvestirme, y yo a él. 

Sin dejar de besarnos fuimos hacia la cama, me dijo nuevamente que lo disculpara, que no tenía experiencia, le pregunte entre risas si era su primera vez, y respondió asintiendo con la cabeza y susurrando: “algo así”

Hicimos el amor, y me dormí en su pecho, a la mañana siguiente abrí los ojos con la seguridad de que no estaría ahí, pero me equivoqué, Diego  ya estaba despierto, pero inmóvil, me dio los buenos días, me invitó a darnos una ducha y desayunar juntos, y me explicó que  esa tarde dejaba Londres, pero no se había atrevido a decírmelo antes, le contesté que no se preocupara, ya lo habíamos dicho antes ninguno de los dos buscaba nada, lo mejor era vivir ese momento, y con esas horas apasionadas era suficiente para los dos.

Intercambiamos teléfonos y correos electrónicos, nos comunicamos durante algunas semanas, hasta que un día dejó de responder y no supe más de él.

Hoy estoy aquí solamente porque me llegó un mensaje de mi hermana pidiendo que no falte a su fiesta de compromiso, lo veo besarla, acariciarle el cabello, comentar que la boda se hará en octubre,  mamá insiste con que no puedo volver a Londres, les acepto la invitación, pero aclaro que debo volver, allá está toda mi vida, estoy aquí solamente por Magdalena, pero prometo que estaré nuevamente en octubre.

La fiesta sigue, salgo al jardín, tomo aire, y en mi mente pasan imágenes de lo que fue mi aventura con mi futuro cuñado, pienso que lo mejor es no decir nada sobre ello cuando Diego me sorprende colocando su mano sobre mi hombro y diciendo:

-Leonardo, te juro que no sabía que Magdalena era tu hermana

-No te preocupes Diego, no voy a decir nada, lo que pasó fue hace mucho, no tiene importancia, prométeme que la harás muy feliz, y que nunca va a saber de lo de nosotros

-Parece que no solo me comprometo con tu hermana, también me comprometo contigo, jurándote que guardo nuestro secreto. 

-Un pacto de silencio, me gusta más llamarlo así- le digo y extiendo mi mano, Diego la estrecha, voltea y camina con ambas manos en los bolsillos   lo observo mientras se aleja, y entra a la casa de mis padres.

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