Por Evelin Hernández
En un pequeño pueblo rodeado de vegetación, vivía un mosquito llamado Mosquín al que le gustaba pasear y ver lo que hacían las mariposas, las hormigas, los gusanos y todos sus amigos los insectos. También tenía que alimentarse para ponerse fuerte. Un día, como de costumbre, fue a visitar a su amigo Pedro, que era el perro de la familia González. Siempre iba con él para poder alimentarse, y cuando no lo hacía, era para escuchar los chismes del pueblo que Pedro le contaba.
Un día, cuando Mosquín fue a visitar a Pedro, le dijo que su dueña, la niña Sofía, estaba muy enferma y que no sabía lo que le estaba sucediendo. Le pidió, por favor, si él podía ir a visitarla a su cuarto. Mosquín voló hasta donde estaba Sofía; ella se encontraba en la cama descansando, se veía triste y enferma. Mosquín pudo observar cómo la niña empezó a llorar y, sin dudarlo, decidió ir a preguntarle qué estaba pasando.
Mosquín, mientras más se acercaba a la niña, más sentía el calor que Sofía desprendía. Cuando estuvo cerca de su cara, Sofía logró escuchar a Mosquín y volteó a verlo.
一¿Pero qué tienes?¿Desde cuándo estás así?
一No sé por qué me siento mal. Mis papás no me quisieron decir, pero siento muy feo. Me duele la cabeza, tengo fiebre, escalofríos y el doctor me dijo que solo descansara y durmiera, pero no puedo.
Las lágrimas de Sofía salieron debido al dolor de cabeza y la fiebre que tenía. Mosquín, al verla así, se conmovió y decidió hacer algo para animarla. Así que empezó a contarle muchas historias, como las aventuras que tenía a diario desde que era chiquito. Le contó que se llevaba bien con todos los insectos, pero tenía cuidado con las arañas porque sus telarañas eran muy pegajosas. También le dijo que no le gustaba hablar con los pájaros, ya que intentaban comérselo.
Mosquín siguió contándole historias a la niña Sofía cada día, y en una de esas pláticas ella le preguntó algo muy importante a Mosquín:
Oye, Mosquín, ¿cuántos años tienes?
Tengo 25 días.
¡Increíble! Cuando yo te conocí, solo tenías 14 y eso fue hace dos días.
Lo sé, pero la vida de un mosquito es corta. Vivimos entre 10 y 20 días. Mi abuela vivió hasta los 25; fue una gran zancuda.
¿De verdad? ¿Pero cuánto tiempo te queda a ti?
Llevo 7 días, pero no sé cuándo podría ser un mosquito aplastado.
No te preocupes, yo te voy a cuidar.
La salud de Sofía iba empeorando con el paso de los días, y Mosquín, cada vez que la iba a visitar, tenía más precaución de no ser contagiado también. Porque si él se contagiaba, tenía miedo de no poder animar a Sofí. Un día, los padres de Sofía los encontraron platicando, pero ante los ojos y oídos de ellos, Mosquín la quería picar. Así que mandaron a hacer un mosquitero para el cuarto de Sofía, impidiendo que Mosquín pudiera entrar y contarle historias a su amiga. Pero eso no impidió que la hiciera feliz.
Una noche, cuando Mosquín se dio cuenta de que Sofía estaba triste por su ausencia, quiso darle una sorpresa. Pedro empezó a ladrar con todas sus fuerzas para que Sofía se asomara por la ventana y, cuando finalmente lo consiguió, las amigas de Mosquín, las luciérnagas, empezaron a iluminar la ventana, parpadeando y creando un espectáculo de luces. También los grillos fueron partícipes de esta sorpresa; ayudaron a Mosquín a cantar una canción que le había compuesto. La sonrisa de Sofía se hizo grande esa noche.
Al día siguiente, cuando Mosquín fue a ver a Pedro, este le dijo:
—Mosquín, ¿qué crees?
—¿Qué pasó, Pedro?
—Escuché a Sofía esta mañana bajar a desayunar y cuando me puse a ladrarle ya no me entendió como siempre. Le pedí croquetas pero me sirvió agua y cuando le dije que no quería eso no me entendió. Creo que ya ha crecido.
—Parece que la pequeña Sofía ya no puede escucharnos, Pedro.
—¿Hoy no vas a comer, Mosquín?
—Ya estoy viejo, no me queda mucho tiempo
—¿Cuántos días llevas?
—22 días.
—Mosquín, te extrañaré, el día que ya no vengas sabré que estarás en el reino de los mosquitos.
—Yo también te extrañaré, Pedro.
Esa misma noche, Mosquín fue a la ventana de Sofía y vio que el mosquitero estaba roto en una esquina, así que aprovechó para entrar a su cuarto. Ahí estaba, dormida tranquilamente. Mosquín la vio desde lejos, le zumbó un adiós y se fue volando.
A la mañana siguiente, cuando Pedro se despertó para tomar agua, vio a lo lejos muchos mosquitos, los cuales eran idénticos a Mosquín. Tres de ellos fueron a verlo y a contarle que Mosquín, su padre, ya se había ido al cielo de los mosquitos y que ellos seguirían su legado. Y así fue como Mosquín inspiró a sus hijos y a muchos más insectos a llevar alegría a quienes lo necesitaban. Pedro, por su parte, vio crecer a Sofía y escuchó de ella un cuento sobre un mosquito salvador.