Por Mónica Astorga Moreno
Mujeresaladas | La Paz, Baja California Sur.- Si nos ponemos a pensar en el concepto poética, posiblemente se nos venga a la mente un sin número de autores, ideas; desde Aristóteles hasta Jackobson, regresando a la preceptiva renacentista, la crítica positivista, los postulados románticos, etc. Lo sustancial en este sentido, no es en qué autora-autor o corriente detenga su mirada la estudiosa-estudioso, sino que esa mirada implique el inicio de un idilio con la obra, es decir, descubrirla por dentro y por fuera, establecer puntos de encuentro, desencuentros, por qué no; abrirse hacia su poética que, en términos de Umberto Eco, no determina una letanía de reglas a aplicarle o extraerle a la obra, sino detectar y sumergirse en todo un sistema operativo –así lo afirma- que se propone el artista, o bien, evocando a Valerie, “el hacer artístico”. Esta apertura de la que hablamos, no se limita exclusivamente a la relación obra-obra, obra-crítica; también se extiende al plano obra-lectora-lector, puesto que, antes de ser intérpretes, estudiosos o críticos de una obra, somos lectoras y, precisamente éste es el primer coqueteo con la obra, es decir, se abraza a él y él a ella; se abre, incluso a dialogar con otras obras, con otros tiempos, independientemente del espacio histórico al que pertenezcan ambos.
Desde esta perspectiva abordaremos una de las obras, sin duda, más importantes de la literatura universal: El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra. Como lectoras nos fascina la idea de trascender nuestros pensamientos e imaginación, tal como nos propone Cervantes a través de su personaje, Don Quijote, es decir, trascender los límites de tiempo y espacio y crear una nueva realidad que emerge, precisamente de la palabra.
En este sentido, reflexionemos, pues, en torno a la creación literaria. La escritura de ficción como creación artística contiene, en primer término, la figura del escritor o escritora, es decir, un ser humano quien, a través de la palabra, hace emerger un mundo —su mundo— y al mismo tiempo, a través del lenguaje contiene todo un bagaje cultural, social, ideológico, histórico y sus obras son un reflejo de ello. Al respecto, Walter Benjamin en “El narrador”, ofrece un derrotero seguro al analizar la figura del narrador, desde la oralidad hasta la presencia de la palabra escrita; en primera instancia, Walter Benjamin (1991) abre su discusión partiendo de la escritura como un oficio:
Como lo afirma Benjamin, el quehacer literario implica un oficio que se practica intensa y profundamente; sin embargo, al lado de ese carácter artesanal intrínseco al oficio de escribir, también está el aspecto humano: la escritora-escritor, deja su “huella” en cada una de sus obras. Si recurrimos a Cervantes, el escritor que tomamos como modelo para este trabajo, escribe El Quijote durante la última estancia en la cárcel de Sevilla. Su obra maestra consta de dos partes, la primera se publica en 1605 y la segunda en 1615, esto es, diez años después, siendo ambas muy distintas en contenido y estilo. Cervantes en El Quijote, adquiere una postura crítica ante las costumbres y literatura de su época, pues pensaba que era una literatura mentirosa por los contenidos absurdos y exagerados (Eisenberg, 1993), sobre todo en la desproporción de la figura femenina; además de una burla y crítica a los libros de Caballería, que eran muy leídos en la época y ejercían gran influencia; sumados estos aspectos más la limitación religiosa, resulta la literatura era exagerada y mentirosa que vislumbraba Cervantes, como nos apunta Eisenberg (1993), importante biógrafo cervantista.
Otro aspecto que es importante destacar y que Daniel Eisenberg subraya puntualmente, es que “Cervantes escribía para lectores de su tiempo y no para nosotros” (Eisenberg, 1993: 37), lo cual nos confirma que el quehacer literario es un acto de creación, en el cual se configura contexto histórico, cultural, lingüístico, ideológico y, por supuesto, personal, mas no un mero acto aislado que surge del azar o la improvisación. Es un acto humano y creativo que lleva consigo el fenómeno de la palabra, el lenguaje que, en definición de Saussure es un “conjunto de convenciones”, las cuales nos permiten el ejercicio y facultad del lenguaje entre seres humanos y en la creación literaria, el ejercicio y facultad de explorar sus límites a través de la palabra.
Siguiendo con esta idea, Maurice Blanchot en su libro El espacio literario (2002), expone la relación escritora/escritor-lectora/lector-lenguaje:
Blanchot nos plantea una relación íntima escritora/escritor-lectora/lector, donde la escritora-escritor logra dominar la palabra y transformarla en emociones, sentimientos, imágenes que, a su vez, la lectora-lector logra aprehender y hacer suyas en un espacio dialéctico: El espacio literario. Y en este tenor, Antonio García Velasco en una exhaustiva investigación “Las palabras del Quijote: orden de mayor a menor frecuencia”, revisa, mediante un programa creado por él, “Analex”, el número de palabras y oraciones utilizadas por Cervantes ordenándolas de mayor a menor frecuencia y el resultado es el siguiente:
Número de palabras: 378591
Palabras distintas: 22800
Número de oraciones: 9465
Palabras/oración: media: 39
Posteriormente analiza palabra por palabra de mayor a menor frecuencia, midiéndolas en frecuencia absoluta y relativa. Pondremos como ejemplo las primeras en su lista:
Frecuencia absoluta Fr. relativa
Que …………………. 20515 … 54,188 %.
De ………………….. 18041 … 47,653 %.
Y …………………… 18033 … 47,632 %.
La ………………….. 10288 … 27,174 %.
A ……………………. 9770 … 25,806 %.
En …………………… 8185 … 21,620 %.
El …………………… 8137 … 21,493 %.
No …………………… 6311 … 16,670 %.
Los ………………….. 4712 … 12,446 %.
Se …………………… 4665 … 12,322 %.
Con ………………….. 4177 … 11,033 %.
Como podemos ver, Cervantes al crear El Quijote, no sólo crea una gran historia y un gran personaje, sino también un sin número de combinaciones de palabras existentes y nuevas que son la expresión y representación de una época y de un individuo que, a su vez, a través de sus lectores pasados y presentes, seguimos codificando y decodificando, entablando una relación íntima de complicidad que ha trascendido los límites del tiempo y del espacio, tal como lo expresa Valery:
Significación no es por lo tanto para el poeta el elemento esencial, y finalmente el único, del lenguaje: no es más que uno de los constituyentes. La operación del poeta se ejerce por medio del valor complejo de las palabras, es decir, componiendo a la vez sonido y sentido (simplifico…), como el álgebra operando sobre números complejos. Me disculpo por esta imagen (Valery, 2018: 207).
Bibliografía
Benjamin, W. (1973). “El narrador”. Revista de Occidente, 129, 301-333.
Blanchot, M. (2002). El espacio literario. Editora Nacional: Madrid.
Eisenberg, D. (2003). “Los trabajos del biógrafo cervantino”. Cervantes, 23(1), 235-249.
Garcia V., A. “Las palabras del Quijote: orden de mayor a menor frecuencia”.
Valéry, P. (2018). Teoría poética y estética (Vol. 39). Antonio Machado Libros.