La Sinfonía de las Pastillas: Un Relato Sobre Salud Mental y Normalización
Por Fernanda Cisneros
Mujeresaladas | La Paz, Baja California Sur.- Mis antidepresivos suenan como maracas. Diminutos instrumentos de liberación prolongada que se deslizan por mi garganta con ritmos dispares que, con un poco de ciencia y suerte, lograrán retirar la película gris que suele teñir mis días. Son las 7:13 de la mañana y mi hermano y yo debimos haber salido de la casa hace diez minutos. Este ritual es el último de mi rutina matutina: mientras el café termina de borbotear en la cafetera, una sinfonía de pastillas y un vaso con agua me acompañan.
Como cualquier persona neurocuriosa, los medicamentos son el pan de cada día. En diferentes momentos, mi colega Elisa ha mencionado con su sonrisa gigante que es “la locura” lo que nos permitió salvar las diferencias de edades y experiencia. Cada persona maneja sus asuntos mentales de formas diferentes. Algunas lo esconden, preocupadas por el estigma que implica confesarse partícipe de la industria farmacéutica.
Otras, como es mi caso, preferimos declararlo abiertamente —cuando la situación se presta para ello, claro—, en un esfuerzo por normalizar, tanto el uso de los medicamentos, como la importancia de cuidar la salud mental. Por otra parte, debo decir que esta mini cruzada en la que me he establecido proviene de mi principio de vivir mi existencia de la forma más honesta posible y, como todo lo complicado en ella, suelo tomar mis asuntos mentales con humor, siendo este el mecanismo por el cual consigo normalizarlo.
Por ejemplo, mientras cada persona se refiere a sus medicamentos en diferentes términos, yo suelo referirme a ellas como “drogas”, en parte por la fidelidad histórica del término, y en gran parte porque me divierte el ver las expresiones de quienes escuchan por casualidad sin contar con el contexto de la frase. He escuchado a las neurodivergencias y enfermedades mentales ser nombradas como “el condimento” de una persona, la “herencia” familiar más evidente o, simplemente, llamadas con un poco de humor negro como “la devolución de Hacienda” o “mis dulces recetados”.
En lo personal, me parece divertido el adjetivo “curioso”, en honor a mi colega Sofi, quien ha implantado en mi cerebro su tono de voz y pronunciación única de la palabra. Estos son sólo algunos de tantos esfuerzos que existen¸ propios y ajenos, por conseguir que algo tan delicado como la salud mental y la medicación se acepte como parte de nuestra cotidianeidad sin estigmas, culpas o tristezas extras que compliquen e incluso impidan los diferentes tratamientos.
Creo que no podría contabilizar las veces que los prejuicios sobre la medicación han afectado mi vida de forma directa. Tanto comentarios “de buena fe” como soluciones alternativas y consejos no solicitados suelen resultar contraproducentes en nuestra sociedad, la cual apenas ha sido introducida de forma abierta a los beneficios de hablar sobre lo que previamente era privado y tabú.
Así, aunque por momentos sea difícil oír la gran sinfonía de medicamentos, y aunque a veces preferiría gastar ese dinero en ediciones bonitas de mis libros y estambres, cada mañana consigo sonreír ante el sonido de pequeñas maracas que están diseñadas para permitirme una mejor calidad de vida.