Escritoras Resistentes | ¿Nos leemos? Paradoja del espejeo en Armonía Somers

Escritoras Resistentes | ¿Nos leemos? Paradoja del espejeo en Armonía Somers

Explorando los túneles del tiempo y la identidad en los cuentos de la escritora uruguaya Armonía Somers

Por Mónica Astorga

Los textos de Armonía Somers se caracterizan por representar el conflicto de una vivencia femenina de la escritura, ubicada siempre en un lugar al margen, en la que no solo el concepto de sujeto, sino el de la escritura misma van a ser resemantizados.

Núria Calafell Sala.

Mujeresaladas | La Paz, Baja California Sur.- Hoy partimos hacia una travesía juntas, y en ella, descubriremos flores que han germinado en la resistencia; discursos que han permanecido, en muchos casos, en el más profundo olvido y aún hoy, muchos resisten en él. Como es el caso de Armonía Somers, escritora uruguaya, primera en esta ruta de voces, experiencias y escritura femenina. Su nombre original es Armonía Liropeya Etchepare Locino y la primera resistencia que tuvo que sortear es justamente su identidad. Armonía, al escribir y sacar a la luz su primera novela —La mujer desnuda, (1950)— con temática erótica, transfigura su nombre en el seudónimo Armonía Somers, pues Armonía Etchepare, la mujer, la hija, la maestra, no podía —o no debía— expresar su postura transgresora ante tópicos tan atrevidos como el erotismo, la sexualidad; lanzar fuertes críticas sociales en torno a prejuicios racistas y clasistas o la denuncia de abusos y violaciones a mujeres y niñas.

En este sentido, estamos frente a una escritora que explora y reconfigura los símbolos de un mundo escrito y leído bajo una perspectiva donde la mujer permanecía en silencio, cumpliendo perfectamente los roles asignados, por lo tanto, Etchepare es necesario que calle y ceda la voz de la pluma a Somers, sin embargo, la poética de su nombre permanece y fecunda su escritura: Armonía; y es precisamente lo que avivó mi emoción y curiosidad por ella.

Mi primer acercamiento a Armonía fue con La rebelión de la flor, antología personal de cuentos (1988), en ella podremos leer “El derrumbamiento” —su primer cuento—, “La calle del viento norte”, “Muerte por alacrán”, “El hombre del túnel”, entre otros. De los muchos aspectos que me sorprendieron y atraparon, quiero compartirles uno en específico que, además, está en estrecha conexión con la pulsación narrativa armoniana: la escritora estimula en sus lectoras (es) una atmósfera narrativa, donde se establece un de pacto —[A]rmonía— entre ambas (os) y configura una especie de espejeo a partir de los personajes, la historia y los elementos que Somers propone: la fantasía como revelación de la realidad, misma que ha permanecido al margen, oculta y silenciada; por ejemplo, en el cuento “El hombre del túnel” aborda la violación que sufre una niña de siete años:

El relato, balbuceado en medio de la fiebre en que caí estúpidamente, se repitió con demasía. Y así, sin que nadie se diera cuenta de lo que se estaba haciendo, me enseñaron que había en este mundo una cosa llamada violación. […] Violación, hombre dulce. Algo muy sucio de lo que ellos estarían de vuelta. Pero sin que nada tuviese que ver con mi asunto, divisible solamente por la unidad o sí mismo, como esos números anárquicos de la matemática elemental que no se dejan intervenir por otros. Tanto que supuse que violar a una niña sería como llevársela sobre un colchón de nubes, por encima de la tierra suspicaz, a un enorme granero celeste sin techo ni paredes. Y a estarse luego a lo que sucediera (Somers, 1988: 129).

Sin embargo, la historia está narrada desde un distanciamiento, es decir, el recuerdo y, precisamente, Armonía abre la posibilidad desde la imagen onírica del recuerdo, al espejeo. Como lectoras (es) establecemos puentes desde la narrativa del personaje, algo así como pequeñas ramificaciones que se desprenden del relato y cada una de nuestras lecturas e interpretaciones son como un mini relato que se suma al relato central, en un constante espejeo con el personaje, su historia y los elementos narrativos, dando como resultado nuevos significados al texto.

En “El hombre del túnel” se deja ver también la muerte como un espejeo del personaje a través del presente/pasado pasado/presente, donde el túnel se transfigura en una imagen-pasadizo o túnel del tiempo y adquiere así una figura de significado fundamental para el relato, con una especie de contrapunto que va marcando un ritmo en espiral:

[…] Él reapareció muchas veces, se diría que siete, las suficientes para una completa terrenidad. Y aquí comienza la verdadera historia. El hombre de la acera de enfrente. El único que asistió a mi muerte. La revelación final del vacío. Yo vivía entonces en una buhardilla. La había elegido por no tener nada encima ni a los costados, una especie de liberación inconsciente del túnel, por si esto fuera saber psicoanalizarse. Una vez, luego de cierta enfermedad bastante larga, abrí la ventana para regar unas macetas y lo vi. Sí, lo vi, y era el mismo. Con tantos años más encima, y no había cambiado ni de edad, ni de traje, ni siquiera de estilo en el bigote (Somers: 129).

Del mismo modo, lectoras (es) en la muerte/túnel realizamos también un ejercicio de espejeo, donde la travesía final no es recta, sino múltiples túneles que nosotras como lectoras, cruzaremos. Al mismo tiempo, la muerte es una connotación del espacio temporal del cuento, es decir, al leer “El hombre del túnel”, el tiempo, al encontrarse en un espejeo constante con la muerte durante el relato, no posee un ritmo lineal. El tiempo propuesto por Armonía en este cuento revela una imagen a modo de pasadizos subterráneos, túneles que, como lectoras, tendremos que descubrir y acceder a ellos sin miedo, pues se manifestarán espacios narrativos en la historia y en nuestra lectura, los cuales, al final, traerán consigo una gran revelación.

En este sentido, “El hombre del túnel”, configura una gran alegoría: vida/muerte/vida, en un espejeo constante entre el presente, el pasado y los distintos “yo” que han espejado la vida de la protagonista y, de igual manera, nos espejeará a nosotras, como lo afirma Núria Calafell: “Todas en ella”. Sin embargo, no se trata de cruzar la línea del spoiler, mejor las invito a sumergirse en la travesía del túnel; a vivir un espejeo con Armonía Somers, quien finalmente realizó un espejeo con ella misma: [Armonía] Etchepare/[Armonía] Somers.

Bibliografía:

Sala, N. U. (2011). ” Todas en ella” 1: Armonía Somers y la lectoescritura como construcción identitaria. Nomadías, (13).

Somers, A. (1988). La rebelión de la flor. Antología personal. Montevideo: Linardi y Risso.

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