Tranquilidad y belleza en las tareas cotidianas

Por Elisa Morales Viscaya

Mujeresaladas | La Paz, Baja California Sur.-El viernes despertó con un guiño radiante del astro rey, regalándome sus cálidos destellos a través de las cortinas entreabiertas. El sol jugueteaba entre las nubes dispersas, como si bailara en el lienzo azul del cielo. En mi querido barrio al sur de La Paz, conocido por su escasez de agua, ese día fue una excepción bienvenida.

Como una melodía inesperada, las tuberías, que durante varios días habían permanecido silentes, ahora cantaban con alegría mientras el preciado líquido fluía hacia mi hogar sediento. El sonido agolpado del agua llenando mi tinaco era un murmullo tranquilizador. Yo, afortunada criatura, disfruto del regalo divino del agua cada tercer día.

Y así, en perfecta armonía con los caprichos del tiempo, surge la oportunidad dorada: ¡día de lavar! Es un lujo que abrazo con alegría. Con mi cesta rebosante de ropas y detergente, el sol me da la bienvenida con sus brazos dorados extendidos.

Sumerjo las prendas en el agua que corre suspirando burbujas de jabón, danzando entre mis manos. Bajo el cielo despejado y la aprobación del sol, cada prenda se convierte en un lienzo, los colores brillan con renovada intensidad, como pintando un cuadro vivo ante mis ojos. Y mientras las prendas cuelgan en la línea de ropa, como banderas al viento el sol acaricia cada fibra como si su misma esencia se impregnara en ellas.

Así, en este día de sol y agua, en medio del trajín de la vida, este sencillo acto de lavar y tender la ropa me invitó a desconectar del bullicio y aligerar el peso de la prisa y la urgencia; a estar presente solo en el momento presente para el ritual de la tarea doméstica. En este día de sol he encontrado la belleza en el poema silencioso del vaivén de las prendas limpias al viento. Es un lujo que abrazo con alegría.

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