Una reflexión sobre el arte, la identidad y el significado
Por Sofía Murillo
Mujeresaladas | La Paz, Baja California Sur.- Dentro de las capacidades asociadas, a lo largo del tiempo, como exclusivamente humanas está la habilidad de creación, con la cual es posible comunicar ideas a otras personas y que las perciban a través de sus sentidos. Asimismo, considero la capacidad de asociación de sentido a las cosas como relacionada intrínsecamente a la condición humana. Esta última nos permite dar significado y propósito a lo que nos rodea, lo cual nos permite decir que algo es arte a partir de la asociación de características que identificamos en ello.
Como humanidad, hemos construido un concepto de la realidad a partir de los significados que le hemos asignado a los objetos y circunstancias a lo largo de la historia. A veces olvidamos que todo lo que hay en el universo ni siquiera tiene nombre, sino que le hemos puesto uno a cada cosa y estos varían según el idioma que se conozca. Nombramos a las circunstancias naturales como el día y la noche, y también a nuestras circunstancias interiores, pues cada emoción tiene su denominación.
Y no sólo nos quedamos en el momento de nombrar todo, sino que parte de esto ha sido utilizado para construir nuevos objetos, tal como se ha usado la madera para crear lápices y papel, tal como se han creado pigmentos, hilos, bisutería y demás herramientas que conjugadas arman algo nuevo que hemos decidido llamar arte.
Pero es que ¿acaso este conjunto de materiales ya son arte por sí mismos? O ¿cómo hace una artesana o artesano para transformar los materiales en arte? En caso de que los materiales fuesen arte por sí mismos, sería sólo gracias a que la mente humana les da ese carácter; así como el concepto de arte ha sido creado por las personas, su apreciación, transformación o replicación corresponde a ellas. Me parece fascinante esta relación, pues hemos sido capaces de crear el concepto (y conceptualizaciones) de arte y el arte en sí mismo.
Según la ley de la conservación de la energía de Lavoisier, la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma; tomando en cuenta este principio, cuando creamos no es de cero, sino a partir de aquello que nos rodea, ya sea nuestro círculo social, histórico, natural, etcétera, y de quienes somos, nuestra identidad, los rasgos que hemos determinado para definirnos, etc.; al momento de crear, lo hacemos a partir de nuestra historia y energía.
En este sentido, son precisamente las personas artesanas quienes me llaman la atención, pues la palabra “artesanía”, por sí misma, quiere decir “arte con las manos”, por lo que la creación de artesanías resulta en una forma precisa para la transmisión directa de energía y, con esto, de la esencia misma de la o el artista. Cabe aclarar que, en esta visión de intercambio de energía en el arte, contemplo a todos los tipos de arte, no obstante, he querido enfocarme en las artesanías para esta reflexión.
Las y los artesanos construyen un arte que no sólo se puede tocar sino que puede ser vestido por alguien. Los artículos tejidos, bordados, cosidos, los accesorios de bisutería hechos a mano y demás artesanías del estilo, son una oportunidad de llevar historia y arte, de diferentes colores y formas, a todos lados.
Desde mi experiencia, construir pulseras (ya sean tejidas o de cuentas), además de los artículos tejidos que he tenido la oportunidad de realizar, han sido de las cosas que más he disfrutado hacer, pues encuentro muy especial descubrir que algo armado con tus manos alguien más lo aprecia, lo escoge y lo viste.
La comunidad artesana no sólo ha conseguido crear arte, sino también espacios para compartirlo donde la calidez y creatividad humana se unen en una convivencia inspiradora; también creamos las ocasiones para regalarlo y los momentos en que alguien piensa en sus seres queridos a partir de estas obras. Resulta maravilloso este intercambio energético y artístico, que nos permite, como personas, compartir lo que somos y comunicar lo que llevamos dentro.