Por Daniela María Osuna Rodríguez
Escribí “diosas” en lugar de “dioses”.
Retrocedí la tecla de mi computadora, los gritos de afuera se hacían más fuertes. El reloj marcaba las nueve y media de la noche. Esta investigación tenía que quedar lista para antes de las once cincuenta.
—El panteón griego estaba dominado por los doce dioses olímpicos, presididos por Zeus…—murmuré mientras trataba de memorizar lo que el internet decía. Cambié de página— Artemisa era una diosa muy poderosa y fuerte que siempre defendía a los más débiles. También era considerada la protectora de…
—¡Mi cena tiene que estar lista cuando yo llego a esta casa! —escuché desde la pared de mi cocina.
Un golpe y un quejido.
Le está pasando de nuevo. Ven a mi departamento, voy a llamar a la policía
Escribí “diosas” en lugar de “dioses”
Salté de mi sillón para encontrar mi celular en la barra de la cocina y desconectarlo de su cargador. Está bien, respira. Los caseros están enterados y vienen para ayudar. Números. Marca los números. Me repetí, mientras presionaba los dedos en la pantalla.
Los quejidos se hicieron gritos.
—Sí, quiero un reportar un caso de violencia doméstica. La dirección es…
—¡¿Qué es eso?! Espera, espera, espera. ¡Bájala, bájala, bájala!
Muchos golpes en mi puerta. Los caseros.
Dioses en lugar de diosas.
Un disparo. Las sirenas sonando. El cuerpo de su abusador. Ella susurrándome que era libre en el abrazo. Los policías interrogando a mis caseros y vecinos.